De seguro ya has visto en algún lugar a la “madre perfecta”: esa mujer que parece estar el cien por ciento del tiempo disfrutando cada segundo de la crianza,
Lo que quizás nadie nos dice es que esa madre es una representación social de todo lo que se espera de nosotras (equivocadamente), pero esa madre en realidad no existe.
Las madres reales somos fiel reflejo de nuestra naturaleza humana. Día a día pasamos por múltiples estados: alegría, emoción, entusiasmo, valentía, nos sentimos fuertes y poderosas, pero también sentimos tristeza, nostalgia, cansancio, rabia, incertidumbre, miedo. Las mamás reales nos equivocamos. También aprendemos. Nacemos y vamos creciendo en nuestro rol de madre.
¿Crees que tus hijos, si pudieran, te cambiarían por una mamá que cumpla con esa imagen social de perfección?. Muy probablemente no lo harían y con seguridad te aman así, tal y como eres, con todas tus “imperfecciones”. Pero, aún así, ¿existe una forma de ser una mamá perfecta para tus hijos?
Una mamá perfecta es ante todo humana. Con virtudes y defectos, con fortalezas y debilidades. Si las reconoces y aceptas te sentirás en mayor armonía contigo misma y de paso enseñarás a tus hijos a hacerlo consigo mismos. Una mamá perfecta, aunque contradictorio, lleva en su naturaleza la belleza de la “imperfección”. Es una mamá “imperfecta” que se equivoca y aprende de sus errores, transmitiendo a sus hijos que equivocarse está permitido y que las buenas o malas experiencias son aprendizajes. Es una mamá “imperfecta» que puede prepararse para la maternidad y crianza, buscando información y desarrollando habilidades, pero que entiende que la vida no funciona como “receta de cocina” y que todas las familias son diferentes. Invierte energía en intentar crear un vínculo único y cuidarlo, respondiendo a sus hijos con sensibilidad, estabilidad, amor, respeto, dando seguridad y confianza a través de sus palabras y sus acciones. Pero a veces le cuesta o no lo logra, porque es humana. Porque quizás necesita ayuda o no tiene el apoyo que necesita o ha tenido un día difícil y está cansada. Porque para poder hacerlo, necesita también cuidar de sí misma, mantener su esencia y continuar siendo mujer, pues para cuidar a otros debe estar bien ella primero.
Finalmente, entonces, no se trata de imperfección, es sólo que somos humanas. Se trata de ser reales y auténticas. Son esas mal llamadas “imperfecciones” las que te hacen hermosa y única.
Y si buscáramos una mamá perfecta para tus hijos ¿cuál sería?: es simple, la perfección no está sólo en donde no hay nada que agregar, sino también en donde no hay nada que quitar. Por eso, no hay nada que buscar, la madre perfecta está junto a ellos y es una mujer perfectamente imperfecta. La madre perfecta para tus hijos eres tú.
Carolina Rubio Morales
Enfermera, Mg.
Consejera de Lactancia, Doula, Guía de Masaje Infantil
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